domingo, 2 de octubre de 2022

 Mcenroe

 Sobre el asfalto frío 
                 
 Se han posado las aves 
                    
 En una piedra muy grande 
                      
 Me he sentado con mi padre 
                      
 Frente a un campo de trigo 
                   
 Bajo un cielo de bronce 
                    
 Él me ha estado hablando 
                
 De piedras y caminos 
                      
 De sus huellas en la nieve 
                     
 De sus vientos más fríos 
                 
 Nos acompaña el bosque 
                 
 Con todos sus sonidos 
                 
 Y a lo lejos corriendo 
               
 Libres los animales 
             
 Mi padre sonriendo 
                   
 Mientras yo le sonrío 
            
 Deberías venir 
            
 Deberías venir 
                  
 Y agarrarme de la mano 




Mcenroe-Asfalto (libres los animales)

Álbum: La distancia 



viernes, 26 de junio de 2020

miércoles, 10 de junio de 2020

Pau Donés


Los músicos que escuchas en la juventud son algo más que ruido en la radio, que modas pasajeras o ritmos pegajosos. Cómplices de sentimientos que no sabes explicar, se unen a recuerdos y momentos, algunos tristes, o quizá principalmente los más tristes. Momentos que no volverán pero definieron lo que hoy eres, lo que sentiste y quedó ahí armonizado por un extraño que dejó de serlo cuando te explico lo que te dolía. Siempre hay una canción que me lleva hasta tí.



"Hoy no he escrito nada
En mi diario personal
No había nada personal
Mi diario personal
Tan pequeño y tan legal
Donde viven los recuerdos
Que me ayudan a vivir
Mi diario personal
Con una página en blanco
Que no he sabido escribir
Olía a rosas mi diario
El día que hablaba de ti
Había un beso de tus labios
y una mancha de carmín
Sabía a dulce mi diario
De aquel que te gusta a ti
y una nota de tu mano
Que nunca más entendí
Mi diario personal
Tan pequeño y tan legal
Donde viven los recuerdos
Que me ayudan a vivir
Mi diario personal
Con una página en blanco
Que no he sabido escribir
Mi diario personal
Con una página en blanco
Que he guardado para ti"

A grandes rasgos, bonito.

lunes, 1 de junio de 2020

Vertigo

Sabes bien bicho ruin, porque lo has intuido, o porque te lo han contado... qué diablos se yo de lo que se ahora, de que diablos me sirvio algo de lo que supe antes? Pero tu conoces el estado actual del angel maldito de la inspiracion, supiste que fue declarado muerto por abandono. Y la poesia que alguna vez vomite se ha secado en este suelo que ya no piso... o se enterro junto aquel pasado que ella me hizo borrar con el codo una noche de agosto -o era octubre? que mas da-.

Ha veces reviso las pocas letras que sobrevivien conmigo, y las leo como un niño que aprecia su mañana, y no puedo dejar de pensar que cuando soñaba la vida tenia yo algo mas para ofrecerle que estas manos torpes y este cerebro que se apaga cada noche, cigarro tras cigarro. He dejado de mirar al mundo porque el sudor que chorrea por mi frente ha inundado mis ojos, he dejado de soñar con las letras porque el cansancio de cada noche no me deja mas que tirarme en un viejo sofa y mirar television como enajenado.

Extraño las viejas letras cuando hablaba menos de mi y mas del alma... ahora no hago sino pensar en mi, y francamente me tiene demasiado fastidiado... Sabes bien bicho ruin, porque lo has intuido o te lo han contado... que ya no escribo desde que te marchaste. Y no es porque te eche de menos, es solo que me arrancaste la madeja de ilusiones que cubrian mis ojos provocando que me lanzara a la vida sin mas contemplaciones menospreciando todo aquello que yo era... gracias, bicho ruin... de algo me ha de servir.

cristales

Ojos llenos de fuego
vomitan cristales, que no son de agua,
que no son de vidrio,
solo son lo que no puede ser
y grita por liberarse de su celda.
y expulso cristales por los ojos,
que no son lagrimas,
que no son sed,
que no son vos.
Porque tu te quedas enclaustrada
en la pequeña celda de mi cerebro
que se reserva el derecho de muerte natural,
solo para ver tus ojos un dia,
cuando los cristales fundidos
ya no gobiernen mi mirada.

Ecuaciones

Cada poema me cuesta dos o tres cigarros, cada cigarro dicen cuesta cuarenta y cinco segundos menos de vida. Si escribir es matarse un poco. Eso lo vale.


Despertar temprano, salir al trafico, tomar el hastió como pasajero, persignarse ante al viejo verde de las monedas, soportar al mundo, no en los hombros como en los riñones, enmarcar una sonrisa como la fachada perfecta de un parasito que se alimenta de la venia del dinero, vestirse de humano, comportarse como humano. Esa mierda no tiene precio.
Mis ecuaciones de vida y muerte, tiempo y humo. Suelen medirse en horas laborales. El tiempo que dispongo a la semana para el trabajo debe ser proporcionalmente inverso al tiempo que dispongo a la semana para el vicio. Y que no nos falte el desazón nuestro de cada día.
Suelo creer que tengo dos profesiones, escribir y trabajar. Escribo lo que sea, trabajo lo que pueda. Pero para escribir “de verdad” no tengo lo que hace falta, para trabajar de verdad no entrego lo que requieren. Esto es una guerra de confusiones, exigencias y demandas.
El dinero solo es para el vicio, el pan y la renta. No me gusta tanto como parece. Escribir es tan necesario como eructar, pero mucho mas difícil que respirar. Se puede atorar en la garganta un verso disidente.
Medir el valor de lo que escribo puede ser mucho más sencillo. ¿A cuánto corre tu ritmo cardiaco si te digo que te necesito? ¿Decrece o se muere de risa? ¿Se aceleran los fantasmas de tu sangre? ¿Tus pestañas se mueven en dirección de un beso cuando digo, por ejemplo, labios rotos?

Escribo mucho, y el sentido no se trata de suicidios congelados; tampoco son confesiones. Esto que hago, a menudo en solitarios cuartos fríos de una noche. Se queda helado en la humedad de la ventana. Ya nadie pasa por la autopista de mis venas. Me levanto, oh dios me levanto, y vuelvo a empezar.



Cioran escribio

Lo que temo no es la muerte, sino la vida. Por mucho que me remonte en la memoria, siempre me ha parecido insondable y aterradora. Mi incapacidad para insertarme en ella. Miedo, además, de los hombres, como si perteneciera a otra especie. Siempre el sentimiento de que en ningún punto coincidían mis intereses con los suyos.